
Educa con amor
- Mind & Soul Cuenca
- 29 jul 2020
- 2 Min. de lectura
Los niños son seres muy sensibles , que están en pleno desarrollo físico e intelectual. Por eso, la forma en la que sus padres, tutores o educadores se relacionan y se comuniquen con ellos deja una huella en su vida, que puede ser de manera positiva o negativa.
Todo padre en alguna ocasión puede haberse encontrado exaltado por una situación en especifica y terminó gritándole a su hijo. No debes creer que esto les hace una mala persona, o que ha arruinado la vida del niño. Sin embargo, cuando piensan que con gritos y castigos fuertes es la única manera de relacionarse con los niños, eso sí puede traer consecuencias. Los gritos siempre son una expresión de frustración e impotencia.
Cuando gritan a sus hijos no demuestran que tienen la razón, simplemente estan expresando incapacidad para hacer valer su autoridad y control ante la situación. Por eso, gritar a los niños nunca es una buena opción ya que termina reforzando comportamientos y formas de relacionarse más agresivas tanto adentro como fuera del hogar.
LO QUE PASA EN EL CEREBRO DE UN NIÑO CUANDO LE GRITAS.
Se activa el miedo, de esta manera, libera dopamina y adrenalina, así preparando al cuerpo para huir. Son las mismas que causan el estrés crónico, por lo que gritarle a un niño es generarle permanente estrés de forma innecesaria.
Bloquea el aprendizaje, muchos tutores piensan que gritando a sus hijos van a entender, esto es un pensamiento erróneo. Lo único que registrara en su hijo es el ser sumiso y generar miedo ante la autoridad. Pero no entiende los motivos por los que le está sucediendo eso.
Registra recuerdos negativos, de esta manera crea angustia, ansiedad y estrés.
Envía señales de peligro amenaza o inseguridad.
Educar a los hijos es un arduo trabajo, sin embrago debemos hacerlo con amor, paciencia y respeto. Estas son algunas recomendaciones para cambiar el castigo excesivo y la ofensa por acciones respetuosas y educativas.
Utiliza el dialogo como estrategia.
Establezca normas y reglas básicas de convivencia, ya sea dentro y fuera de su hogar.
Llegar a acuerdos con sus hijos, especialmente sobre los temas que son el foco de discordia.
Enseñe a su hijo a participar activamente en el acto de reparación o reconciliación. Procurando que entienda el niño cual fue el error o falta cometida mediante un dialogo de calidad.
Escuchar, es fundamental escuchar lo que el niño tiene para decir. Al tomarse un momento para escuchar su versión, seguramente será mucho más sencillo poder ponerse en su lugar y entender dónde está el problema.
Dedicarles tiempo y educarles con amor.
NO OLVIDES; QUIERES QUE TE TENGAN RESPETO, NO MIEDO.
Psic. Doménica Cordero Sánchez
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